La frente en el cristal de la ventana
Y una lágrima huyendo va por ella
Que, sola, brilla más que aquella estrella
Que se esconde detrás de la persiana.
Mi pecho, consternado, no resuella,
Y a su lado retumba una campana,
-Más frágil que la fina porcelana-,
Que se baña en una vieja botella.
La lágrima se ha unido ya al suelo
Y el rito, con acierto, se renueva:
La furtíva y el suelo son gemelos.
Cansado, ya no espero más que llueva,
Que aquí hay, quizás, más nubes que en el cielo,
Y yo me he refugiado ya en mi cueva.
jueves, 21 de octubre de 2010
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